Información electrónica: uso y usuarios
El uso y
los usuarios de la información electrónica constituyen un tema muy amplio,
que no puedo pretender abordar en su totalidad. Esta ponencia pretende
ofrecer algunas observaciones basadas en la experiencia (propia y ajena), en
lecturas, y en un importante conjunto de pensamiento sobre el tema elaborado
durante la última década o más.
Tipos de información electrónica.
Defino información electrónica como aquella que se
encuentra almacenada electrónicamente y a la cual se accede también
electrónicamente. Esta definición incluye “formatos tangibles” como el CD-ROM
y sus posibles sucesores, DVDs ( Digital Video Discs --en ocasiones
denominados Digital Versatile Discs ) así como “no tangibles” formatos
como las bases de datos electrónicas y los textos accesibles en línea. Por
contra no incluye la información almacenada electrónicamente a partir de la
cual se generan productos impresos; así, las impresiones que se realizan a
partir de bases de datos bibliográficas o de texto completo y que se entregan
a los usuarios están excluidas, en lo que les concierne a los usuarios hay
poca diferencia con la recepción de documentos impresos de cualquier otra
fuente. De hecho, si se tuvieran que incluir las impresiones de materiales
almacenados electrónicamente se tendrían que incluir la mayoría de los libros
y revistas actuales.
Espero que el debate “acceso versus
adquisición” – es decir, si las bibliotecas han de mantener las adquisiciones
(o la conservación) de material impreso o han de descansar únicamente en el
acceso remoto -- se sosiegue a medida que el sentido común prevalezca y nos
ayude a descubrir que en tanto que las dos posibilidades existen, ambas son
necesarias, y que es principalmente en los espacios marginales de la
adquisición --esto es, material no básico-- en los que el debate se puede
considerar como real [1]. En cualquier caso, esta disyuntiva ha
sido fundamentalmente planteada en términos académicos, en libros y en
revistas; muy pocas bibliotecas han sacrificado de forma deliberada las
adquisiciones frente al acceso. Aquel bibliotecario que haya cancelado todas
su subscripciones corrientes dependerá de los fondos y de la buena voluntad
de otras bibliotecas [2]. Nadie sabe cuánto costará el acceso
electrónico si acaba siendo la norma para las revistas científicas, ni
tampoco las restricciones que se establecerán para su uso, y por tanto un
bibliotecario estaría loco si cancelase muchas revistas basándose en apreciaciones
sobre las nuevas tendencias económicas (como opuesto a la cancelación por
razones exclusivas de falta de presupuesto). El debate puede sin embargo
revitalizarse en la forma de “colecciones electrónicas versus acceso
electrónico” -- es decir, si es mejor adquirir bases de datos bibliográficas
o de textos completos en CD-ROM, frente al acceso en línea a los mismos (o,
para el acceso al texto completo, por el convencional sistema de la fotocopia
y del préstamo interbibliotecario)--; frecuentemente esta es la disyuntiva.
Por supuesto, la información electrónica incluye
un buen número de materiales que no están disponibles de ninguna otra forma:
algunos están en los bulletin boards, algunos ofrecidos por
organizaciones reconocidas, otros simplemente puestos allí por particulares.
Algunos son gratuitos, otros son de pago.
Muchas personas tienen en la actualidad sus
propias home pages . Desde el momento en que personas a título
individual pueden colgar lo que quieran en Internet, y puesto que también
algunas organizaciones parecen utilizarlo como lugar para poner de todo, el
World Wide Web se ha convertido en un gigantesco ciberbasurero.
Conversaciones entre grupos y personas se establecen a través de Internet;
una persona puede sentarse en casa y comunicarse con gentes de todo el mundo
sin reunirse con nadie en absoluto --puede convertirse en un ermitaño global.
Una de las principales características que
distingue Internet del material impreso (así como de los formatos
electrónicos tangibles) es que se trata de un sistema interactivo. Otra es
que la información electrónica (tanto tangible como intangible) puede incluir
diversas formas de comunicación --texto, imágenes y sonido. Existe la
expectativa de escuchar prácticamente cualquier pieza de música conectándose
a Internet; y el arte en Internet puede llegar a ser una nueva rama de las
artes visuales.
Hace pocos años tuvimos que elegir entre usar o no
usar información electrónica --en tanto que tuvimos que escoger al comprar
música entre discos de vinilo, casetes o discos compactos. En el caso de las
grabaciones sonoras, en la actualidad sólo se puede escoger entre casetes y
CD; aquellos que se aferraron al vinilo hasta el último momento tuvieron que
adquirir reproductores de CD si querían no limitarse a las grabaciones
disponibles en casete. El material textual aún no ha alcanzado ese nivel de
evolución, y es casi seguro que nunca lo alcanzará en el sentido de
substitución total de los impresos por las versiones electrónicas. Pero cada
vez está siendo más difícil estar al corriente de la información y los
avances del conocimiento utilizando únicamente textos impresos, ya que una
gran cantidad de las fuentes apropiadas están disponibles únicamente en
versión electrónica. En algunos casos se trata de nuevos materiales, que
anteriormente no habían existido; mientras que en otros se trata de antiguas
versiones impresas que ya no lo son (en el campo de la Biblioteconomía, este
hecho se produce en bastantes revistas publicadas por MCB Press).
Dentro de las limitaciones que presenta predecir
totalmente el futuro, yo espero que en, digamos, diez años
- la mayoría de los libros se publicarán
como hasta ahora, con la excepción de algunas obras académicas con un
mercado reducido; éstos probablemente se publicarán bajo demanda ;
- la mayoría de revistas para el público
en general se publicarán como en la actualidad;
- la mayoría de las revistas científicas
fundamentales continuarán con la versión en papel, pero también serán
accesibles en línea y posiblemente en formato electrónico tangible
(especialmente para la colección retrospectiva);
- la mayoría de las revistas científicas
marginales serán accesibles únicamente en línea.
Como diré posteriormente, algunas de estas
profecías se verán afectadas por cambios más radicales en la forma de
presentación.
Superabundancia y control de calidad.
La superabundancia de información nos ha
acompañado desde hace bastante tiempo. Las quejas sobre el número de libros y
revistas publicadas datan del siglo pasado, y se han visto incrementadas
notablemente desde la Segunda Guerra Mundial. Han existido demandas para un
mejor control de calidad de las publicaciones. Sin duda alguna, muchas de
ellas son justificadas. Sin embargo, hasta el día de hoy siempre ha existido
el control ejercido por el mercado. Éste mide la “publicabilidad” no en
términos de calidad sino en términos del dinero que podrá generar, y que
puede ser realmente contrario a la calidad. No obstante, siempre ha existido
gente interesada en, por ejemplo, música clásica para constituir un mercado
para las grabaciones de compositores, ya fueran oscuros como de reconocido
prestigio; y siempre han existido bibliotecas dispuestas y capaces (incluso
obligadas) a adquirir bibliografía de investigación de gran calidad, aunque
de baja demanda comercial.
Una de las características interesantes del WWW es
que el control ejercido por el mercado no le afecta necesariamente. No hay
mayor control sobre lo que la gente puede decir en Internet que sobre lo que
podría decir personalmente. De hecho, hay quien pone cosas en Internet que
normalmente nunca habría soñado decir en persona. Algunos de los contenidos
del WWW son similares al tipo de conversación que podríamos esperar escuchar
por casualidad en un bar, incluso encontraríamos cosas cercanas a las que se
oirían de madrugada en dicho bar cuando una buena parte de los ocupantes
están borrachos. Esto no es “información” tal y como habitualmente lo
entendemos, si bien puede llegar a serlo con el tiempo; la basura actual se
convertirá en la materia prima de la historia del futuro --qué no hubiéramos
dado por una conversación entre un pequeño grupo de hombres y mujeres
prehistóricos, o por una discusión en una fonda de la Barcelona del siglo
XVI? De hecho estoy bastante sorprendido de que los sociólogos no hayan hecho
un mayor uso del material disponible en Internet para analizar las tendencias
modernas o las preocupaciones de sectores de la población; esto no sería
diferente del movimiento surgido en el Reino Unido antes de la Segunda Guerra
Mundial denominado Mass Observation , que se dedicaba a grabar
conversaciones en los pubs.
Incluso si se evitan los numerosos grupos de
discusión de carácter estrafalario en el Web, queda todavía un vasto y
creciente volumen de material que puede ser interesante o importante para un
usuario serio. Como ya se ha hecho notar, puede proceder de una autoridad
reconocida, o puede ser que no sea así; en cualquier caso no será posible
saberlo en un buen número de casos. No hay garantías sobre su exactitud, si
bien a lo largo de consultas sucesivas se podrán observar correcciones. Tal
como los conocemos, los periódicos contienen una gran cantidad de contenidos
triviales y numerosas tergiversaciones; estoy seguro que todos ustedes habrán
encontrado con frecuencia asuntos seriamente modificados en relación a alguna
historia que ustedes conocen de primera mano. Pero en casi todos los países
existe algún tipo de control legal sobre lo que la prensa puede decir (en
algunos países lo hay en exceso). A pesar de los tímidos intentos para establecer
alguna forma de control sobre Internet, es difícil de imaginar la viabilidad
de un control real sobre todo lo que aparece, incluyendo el material colocado
en la Red de buena fe.
Esta situación no afecta únicamente a la
información “popular”, aquella que entraría en la misma categoría en la que
figuran los materiales que la gente va a buscar a una biblioteca pública
(utilizo información “popular” en contraste con información “científica”, no
en ningún sentido despectivo). Afecta también al material supuestamente
erudito. Una de las quejas recurrentes sobre el sistema convencional de
publicación en revistas científicas es su lentitud, y que ocasiona, en
algunas ciencias en particular, que la información se vuelve obsoleta en el
momento que aparece la publicación. Parte del retraso es debido a los
procesos de producción, pero en gran medida se debe a los procesos destinados
al control de calidad, en particular el sistema de evaluación [**]. Los autores tienen en la actualidad la
posibilidad de elegir entre colgar sus artículos directamente en Internet sin
revisión o esperar la revisión para así publicarlos en una revista científica
convencional. Una alternativa es revisar los artículos y ponerlos en Internet
como parte de una revista virtual, aunque en ese caso existirá aún algún
retraso. Otra es poner primero los artículos en Internet y publicarlo
formalmente a posteriori, de forma que la versión impresa se convierte en
gran parte en un medio para dejar constancia para la posteridad; la versión
en línea puede ayudar en el proceso de evaluación estimulando comentarios y
críticas.
No es mi trabajo aquí observar la información
electrónica desde el punto de vista del autor; pero los problemas de los
usuarios están íntimamente relacionados con las contribuciones de los
autores. Para ello es importante conocer el prestigio de cada pieza de
información supuestamente erudita en Internet.
Las personas que se enfrentan con el WWW pueden
ser clasificadas entre dos extremos como admiradores o como cibérfobos (o
tendríamos que decir aracnidofobos?), con varios matices intermedios,
incluidos el inexperto y el incompetente. Deberían en consecuencia diseñarse
los sistemas a la medida de los usuarios más débiles, y puede esto hacerse
sin volver locos a los usuarios sofisticados? En la categoría de admiradores
se encuentran algunos estudiantes que nunca usan otras fuentes de información
que no sea Internet si las pueden evitar. Esto es parcialmente debido a que
les gusta usar el sistema, y en parte porque sus bibliotecas frecuentemente
no disponen en existencia o en las estanterías de los documentos que ellos
desean. El WWW puede que tampoco contenga aquello que ellos quieren, pero
como uno de ellos me dijo en una ocasión “generalmente encontramos algo
relevante”, sin necesidad de usar la biblioteca. Es verosímil que cada vez
más estudiantes se comporten de esta forma; ahora bien, podrán hacerlo si
disponen del equipamiento en cualquier momento del día sin necesidad de ir a
la biblioteca. Independencia del tiempo o del espacio --aunque no de la
maquinaria-- es de hecho otra de las grandes características de Internet.
Parece igualmente verosímil que algunos usuarios
continuarán con su preferencia por el material impreso. Hay buenas razones
para dicha opción, incluso en el sentido de no considerar la impresión desde
el ordenador como un substituto adecuado. Una primera razón fundamental es
que hojear libros y revistas es diferente de hojear en línea. Esta última
opción tiene sus ventajas, en particular, se puede explorar un amplio abanico
de posibilidades, de materias, de lugares, de gentes o cualquier cosa sobre
un lugar --algo que requeriría un gran número de libros de consulta si
quisiéramos utilizar medios impresos. La posibilidad de encontrar cosas por
accidente [***], como opuesto a búsqueda sistemática
de información sobre una materia particular, es también bastante buena en el
medio electrónico. Hojear en bases de datos impresas es mucho menos
satisfactorio. Sin embargo, cuando se va al texto en sí, la visualización en
pantalla es más pobre que la visualización en la página impresa, y en
consecuencia hojear se hace más difícil. Cuando tomo un número reciente de
una revista impresa, puedo encontrar muy rápidamente si hay algo que me pueda
interesar; puedo examinar (o “examinar superficialmente” [****]como McKnight [9] lo denomina) artículos
apropiados para ver si hay alguna que valga la pena explorar más a fondo; y,
en muchos casos, localizo información que nunca hubiera buscado pero que he
reconocido como interesante cuando la he visto. La búsqueda específica es
adecuada dentro de los intereses personales consolidados, pero con frecuencia
necesitamos información que está en la franja de los intereses especiales o
que está fuera de ellos, pero que arroja nueva luz sobre ellos o simplemente
introduce un nuevo interés. Sospecho que esta situación es más común de lo
que se cree, pero en cualquier caso su potencial importancia está fuera de
toda proporción en relación a su frecuencia de ocurrencia; por ello es el
camino por el que nuevas ideas se llegan a alumbrar y por el que nuevo
conocimiento se genera.
La cuestión clave es exposición. El material
impreso ofrece una forma de exposición que no se alcanza en línea. La
diferencia es muy similar a la que existe entre mirar escaparates y la
consulta de un catálogo de venta por correo, en el que ojeamos indirectamente
hojeando el catálogo. Ambos sistemas de venta tienen su utilidad, y no
desearía prescindir de ninguno de ellos.
Para poder buscar información hojeando y para
encontrar información relevante por azar se requiere que exista un amplio
surtido de materiales disponibles para ser expuestos, y las bibliotecas han
asegurado dicha exposición. La disponibilidad sobre el terreno, en forma
medios electrónicos tangibles, tiene ventajas sobre el acceso en línea, pero
no en cuanto a exposición (como tampoco existe en el caso de materiales
impresos en almacenamiento de acceso cerrado). Podría parecer tentador para
las bibliotecas construir, hasta el límite que los derechos de autor lo
permitan, colecciones electrónicas locales, pero al margen de las lecturas
recomendadas para los estudiantes es realmente difícil saber qué se ha de
coleccionar. Se podría pensar que los artículos de revista utilizados una vez
podrían ser almacenados para futuros accesos, sobre la base de una posible
búsqueda del artículo en la misma institución, pero este no es el caso. Los
almacenes electrónicos, ya sean locales o remotos, son mucho más útiles para
piezas que los usuarios conocen y desean que para hojear. Sin embargo, lo que
muchos usuarios desearían es disponer de su propio almacén electrónico,
descargado en CD o DVD grabables; pero esto, como muchas otras cosas, plantea
problemas de copyright.
Existe otro problema con el acceso en línea a las
revistas que un usuario desea controlar. Es fácil descubrir en que momento
aparece un nuevo número de una revista en papel; conocer cuándo está
disponible un nuevo número de una revista electrónica exige una vigilancia
constante.
Problemas de uso actuales.
Algunos de los problemas observados por los
usuarios han sido ya mencionados, pero hay que considerar algunos más. Uno de
los mayores problemas del acceso a la información en línea en Europa es
establecer conexión con servidores muy visitados y descargar ficheros después
de que se despierten los Estados Unidos. En el Reino Unido es preferible
conectarse antes de las doce de la mañana; los usuarios más al Este disponen
de una o dos horas antes de que el tráfico se congestione.
Un problema aún mayor es encontrar aquello que se
busca. Un sito web muy visitado, como por ejemplo una revista electrónica,
pronto se vuelve familiar, pero buscar webs que anteriormente no se habían
visitado puede ser muy dificultoso. Existen numerosos instrumentos de
navegación, de variada calidad y efectividad, en constante mejora. Sin
embargo, incluso las más perfeccionadas ayudas a la navegación se enfrentan a
volúmenes crecientes de información. No es sorprendente pues que incluso
usuarios competentes y expertos se frustren o impacienten. Al igual que los
inexpertos o menos competentes, pueden encontrase perdidos durante horas. Existen
también aquellos que se encuentran demasiado intimidados para usar el
sistema. Se podría pensar que no son muchos, pero yo personalmente creo que
hay muchos; no son noticia porque tienden a ocultar su ciberfobia. Todos
nosotros conocemos usuarios de biblioteca que nunca usan los catálogos a
menos que sea absolutamente necesario, y por tanto no los utilizan
eficientemente. También conocemos a gente a la que intimidan las bibliotecas,
y les aterrorizan las de mayores dimensiones. Las dificultades del uso de
Internet son ampliamente mayores que las que plantea cualquier biblioteca o
catálogo por complejo que sea.
En las continuas discusiones sobre si las
bibliotecas públicas tienen un futuro y cual podría éste ser, la asistencia a
los usuarios que han de acceder a la información en línea ha sido propuesta
como una función útil y importante [10]. Y aunque de los escolares
y los universitarios, que han crecido entre ordenadores, se espera que
utilicen Internet con la misma familiaridad que el teléfono, nos encontramos
que necesitan ayuda frecuentemente, y en este sentido no espero cambios
significativos en el futuro. Confieso que en ocasiones yo mismo agradezco
algún tipo de asistencia experta para no tener que usar mi propio tiempo de
forma menos experta. También observo que cuando no he utilizado Internet
(excepto para e-mail) durante tres o cuatro semanas, necesito algún tiempo
para recordar como funciona todo; esto puede ser un problema real para
aquellos que lo usan mucho menos que yo.
Las bases de datos en línea existen desde hacer
bastante tiempo. Cada una tiene su propio sistema de búsqueda, que se ha de
aprender si se desea usar el sistema efectiva y económicamente. Como consecuencia
los usuarios tienden a aferrarse a una base de datos, a pesar de que los
estudios han demostrado que para una completa cobertura de un tema cualquiera
es frecuente que se necesiten tres o cuatro bases de datos; investigaciones
desarrolladas por mí en las ciencias sociales hace algunos años indicaron que
para algunos temas el uso de una base de datos principal podría suministrar
una cobertura de tan sólo el 60% del material relevante [11]. Existen en la actualidad
sistemas que permiten acceder a diversas bases de datos como si se tratase de
una sola; el usuario introduce los términos de búsqueda que son traducidos al
estilo apropiado de cada base de datos, y los resultados son presentados de
forma conjunta. Tales sistemas están empezando a ser disponibles de una forma
más generalizada; por ejemplo, Swets lanzó en mayo de 1997 SwetsNet, que
ofrece “customers access to a wide range of electronic journals from many
publishers, using a single interface and search engine”, [12] de este modo aparentemente
no encontramos en el camino hacia los requerimientos de los usuarios.
Idealmente debería existir un sistema similar que permitiese búsquedas
simultáneas en diversos CD-ROMs, pero esto presumiblemente debe ser imposible
a menos que todos los contenidos fueran previamente descargados en el
ordenador (lo que requeriría una memoria gigantesca si muchos discos se ven
implicados).
Aunque el acceso combinado a bases de datos de
diversos productores no está del todo generalizado, han existido grandes
avances en software amigable en los sistemas de algunas compañías que ofrecen
acceso a material no generado por ellas mismas. Estoy pensando en sistemas
como Engineering Information Inc.’s Ei Village, que pretende suministrar toda
la información que los ingenieros puedan necesitar de una forma sencilla.
Integra un servicio tradicional en línea de indización y resumen, acceso con
valor añadido a más de 8400 sitios web, contactos con consultores de
ingeniería, conexión con un bibliotecario especializado, y acceso a otros
recursos o servicios de interés para ingenieros [13]. Existen muchos otros sistemas. De
interés son también experimentos como los de la University of Michigan, el
cual pretende crear un entorno en el cual se disponga en el ordenador de
sobremesa de una biblioteca personalizada edificada sobre colecciones de
fuentes de información mundiales (véase http://telemachus.engin.umich.edu/UMDL_UI/proto.mtml> ).
Sin embargo, siempre existirá un problema con el software,
y también con el hardware. Para los usuarios actuales, podría ser conveniente
que todos los sistemas fueran idénticos o como mínimo compatibles, y que
también se “congelasen” o evolucionasen todos de forma conjunta. No obstante,
esto impediría la competencia que estimula el progreso. En cualquier caso,
parte del problema radica en los sistemas de indización, no en el software.
No existe otra solución que la ya mencionada, a saber, el desarrollo de
software que supere las diferencias en todo cuanto afecta al usuario.
Existe otro problema: una red en su totalidad pude
venirse abajo, quizás durante varias horas en un momento dado, como sucedió
con América Online en dos ocasiones hace pocos meses. La capacidad de algunas
líneas de comunicación se estira hasta sus límites en los momentos en los que
el tráfico alcanza un máximo en su volumen. Algunas partes del mundo están
aún peor servidas con enlaces de comunicación de todo tipo. Es de esperar que
de forma gradual la instalación de cables de gran ancho de banda se
universalizará, pero siempre puede existir una carrera entre el incremento
del tráfico y la tecnología. Es interesante observar lo impacientes que nos
han hecho los ordenadores a todos nosotros: podemos aceptar
satisfactoriamente la espera de una o dos horas para entrar a un campo de
fútbol, pero cuando nos sentamos en el ordenador esperamos un servicio
instantáneo, y si no es así nos quejamos insistentemente.
Perspectivas de futuro y problemas para los
usuarios.
Mencionaré una posibilidad como tal, posible pero
al tiempo muy remota. Consiste en imponer no solamente control sobre el Web
sino también dotarlo de estructura. Internet no ha estado nunca organizado, y
en la actualidad es tan global que resulta difícil imaginar quién podría
organizarlo de una manera similar a una biblioteca, con los materiales
dispuestos en bloques discretos.
El pago va a ser una de las cuestiones candentes,
aunque podríamos considerar que se trata no de uno, sino de varios problemas
en uno. En primer lugar, el precio a pagar debería ser controlado por el
mercado, pero el control sobre productos monopolísticos como las revistas
científicas no será mejor que en la actualidad a menos que los usuarios
paguen por sus consultas y no reclamen el costo a departamentos universitarios
o similares. En segundo lugar, los mecanismos de pago, especialmente los
relacionados con la satisfacción de los derechos de autor, pueden ser
engorrosos y pesados. Sin embargo, parece ser que hay cada vez más usuarios
dispuestos a pagar. Un estudio reciente de una agencia de investigación de
mercados [14] sugería que un 25% de los
usuarios actuales de Internet estarían dispuestos a pagar por la información
en línea, aunque por contra otros estudios estiman la cifra en tan sólo 9%, y
en cualquier caso el estudio no distingue entre diferentes tipos de usuarios,
ni considera qué precio estarían dispuestos a pagar los clientes.
El tiempo –que también es dinero—será igualmente
una pieza clave. Incluso si los mecanismos de búsqueda mejoran, y aunque lo
hagan también los mecanismos de filtrado, gastaremos grandes cantidades de
tiempo frente al terminal, especialmente si todos nos vemos obligados a usar
la Red una vez que las posibilidades de usar el papel como alternativa sean
cada vez más reducidas.
Tanto el costo como el tiempo harán necesaria la
existencia continuada de algo muy similar a una biblioteca, que pueda
controlar los costos y responsabilizarse de los pagos, al tiempo que pueda
ofrecer la selección y el filtrado ausentes en el sistema.
Sin embargo, son posibles cambios más profundos.
Creo que los cambios que hemos visto hasta ahora son sólo el principio de una
revolución de las comunicaciones. Los debates sobre acceso generalmente han
dado por sentado que se accede a libros, revistas, informes, así como a las
bases de datos bibliográficas que los indizan. Pero si Internet se convierte
en un medio generalizado para hacer disponible la información, seguramente
tendrá un mayor impacto sobre la naturaleza de lo que se hace disponible y
sobre cómo se accede.
La naturaleza de los libros y revistas ha sido en
gran parte determinada por el formato físico y por el mercado. Una de las
ventajas de las revistas es que empaquetan de forma cómoda artículos en un
campo más o menos delimitado del conocimiento, de forma que los usuarios
pueden razonablemente asegurarse que cuando un nuevo número aparece contiene
material que les interesará. Otra es la ya mencionada garantía de calidad ofrecida
por la evaluación. En tercer lugar, y también en relación a la calidad, nos
encontramos que existe una competencia entre títulos y editores y por tanto
las fuerzas del mercado tienen voz y voto, si bien se trata de un mercado
imperfecto pues los usuarios, que son personas, no son generalmente los
compradores, que son bibliotecas. El reconocimiento que confiere la
publicación en una revista científica de prestigio, aunque sea un
reconocimiento mínimo, es suficiente para que los autores desestimen, en buena
medida, la posibilidad de colgar sus artículos en Internet como piezas
individuales. Dicha alternativa ha sido sugerida con frecuencia,
principalmente como reacción a lo que los investigadores y universitarios
consideran su explotación por parte de los grandes editores de revistas.
El cambio puede ir mucho más allá. La publicación
de muchos libros no es rentable por debajo de un determinado precio, y un
cierto precio significa una longitud mínima; en el otro extremo de la escala,
artículos de más de 20 páginas o menos de 5 no son aceptados por un buen
número de revistas. Si alguien quiere publicar algo de, digamos, 80 páginas,
puede llegar a ser una misión imposible.
Estas limitaciones se pueden superar si el
material se cuelga en Internet. No hay razones para condicionar la extensión
de la publicación, ya sea de una o de 80 páginas, o de cualquier otra
extensión. Y no solamente esto, sino que no hay ninguna necesidad de
presentar conjuntamente fragmentos de información que podrían igualmente
ofrecerse por separado, como piezas de una enciclopedia pero sin encuadernar
en un mismo volumen. Los escritos en el ámbito de las humanidades y de las
ciencias sociales requieren con frecuencia el desarrollo de un argumento,
apoyado por la acumulación de evidencias, de esta forma el todo acaba siendo
mayor que la suma de las partes. Pero en ciencia y tecnología raramente se
produce esta situación. Es por ello que podríamos ver los libros y las
revistas gradualmente suplantados por fragmentos de información mucho más pequeños.
Esto podría ser popular entre científicos atareados, tanto en calidad de
autores como de lectores. Los problemas de indización, automática o manual,
de un cuerpo de conocimiento masivo de esta naturaleza serían horrorosos,
como también lo serían los de archivo; sin embargo problemas igualmente
importantes no han impedido desarrollos parecidos en el pasado. Así pues, el
proceso ya ha comenzado: algunas contribuciones a grupos de discusión en
línea constituyen piezas valiosas de información por si mismas.
La descomposición de los formatos establecidos y
la creciente falta de distinción entre los artículos eruditos y las
aparentemente insignificantes contribuciones hará la tarea de acceder a
información relevante mucho más dura que ahora. Como ya se ha hecho notar, el
Web puede contener cualquier cosa, desde una conversación trivial hasta el
artículo científico más elaborado. El problema será discernir qué es qué. La
indización por materias, a la cual se han dedicado mucha atención y
pensamiento, realmente no ofrece una respuesta. Lo que se necesita es una
indicación de la naturaleza del documento o de su audiencia (p. ej. popular,
recreativa, educativa o científica), y si la intención es que sea una
publicación efímera o de mayor interés permanente. Desgraciadamente, es
imposible observar si esto está sucediendo; los intentos de hacer algo
similar con los libros convencionalmente publicados no han llegado muy lejos
e incluso si la tarea no fuese infinitamente inmensa para la información
electrónica nadie que no fuese el autor la podría realizar. Sin embargo,
debería ser posible marcar si un artículo científico ha sido vetado o no,
anotado con los nombres de aquellos que así lo hayan decidido. Si vamos a
sacrificar el sistema de comercial de publicación y de evaluación, los
autores deberían ser estimulados a vetarse entre ellos, con la certeza de que
esto añadiría credibilidad al material publicado. Si esto se pudiera hacer
como condición para el reconocimiento de los artículos electrónicos y que así
gozasen del mismo prestigio que los artículos publicados en revistas
científicas convencionales, todos saldríamos beneficiados. También sería de
mucha utilidad un sistema inteligente y semiautomático de notificación de
nuevos materiales de interés para el usuario: no sólo los últimos números de
las revistas que se desean ver, sino otros materiales. El sistema debiera
operar como un buen documentalista manejando un perfil de DSI, pecando por
exceso en cuanto a la cobertura de forma que fuera el usuario quien finalmente
realizase la selección final. Reconozco las dificultades que presenta diseñar
un sistema de esta naturaleza que funcione, pero no creo que esté fuera de la
capacidad de los expertos el producirlo. Me gustaría también disponer de un
sistema por el cual pudiera formular una consulta en mis propias palabras y
que realizase por si mismo la búsqueda para mi. Una de las virtudes de los
ordenadores es la capacidad de personalizar los servicios de información;
esta capacidad se tendría que explotar. Semejantes mejoras no acabarían con
los profesionales especialistas de la información, sino que les permitirían
aumentar su efectividad.
Información electrónica “tangible”.
Prácticamente todo lo que he dicho hace referencia
a lo que he denominado información electrónica “no-tangible” --acceso en
línea. Los formatos “tangibles” como el CD-ROM y su sucesores presentan
relativamente pocos problemas al margen de los derivados de la lectura en
pantalla. Generalmente no se utilizan a menos que sepamos más o menos qué es
lo que contienen, por tanto no se presentan las dificultades de descubrir
tesoros enterrados. Son ideales para algunas cosas, como bases de datos
retrospectivas o enciclopedias, y aún lo serán más gracias a la mayor
capacidad de los DVDs (Sony ha desarrollado un DVD con una capacidad de 12
gigabytes) que evitarán la fragmentación de grandes bases de datos en dos o
más discos.
No existen problemas para acceder a discos
tangibles, ni el acceso implica costos adicionales para los usuarios, ya que
la adquisición o la licencia de utilización la soportan fundamentalmente
bibliotecas y no tanto los individuos. Pueden integrar tanto acceso a datos
bibliográficos como a texto completo. En este sentido, podría ser muy útil
disponer discos de texto completo con selecciones de revistas científicas
fundamentales en ciertas áreas, y que fueran mucho más limitadas y selectivas
que las presentadas en ADONIS. Uno de los problemas que presentan los discos
compactos es que utilizan programas de consulta muy variados. La
actualización de la información también implica dificultades aunque en este
terreno son más eficaces que los libros impresos. Quizás el mayor problema a
largo plazo para los compradores individuales puede ser la obsolescencia de
soportes y de lectores y el costo que representa reemplazarlos: no hace tanto
que utilizamos el CD-ROM, y es difícil pensar que a su vez el DVD no sea
reemplazado por algo mejor y con más capacidad.
Las ventas en CD-ROM de muchas bases de datos han
caído poco a poco desde el punto álgido alcanzado hace pocos años a causa del
incremento en el acceso a bases de datos en línea; será interesante si el DVD
puede revitalizar el mercado. Caso de ser así, será a costa del acceso en
línea y no tanto del mercado de material impreso. Preveo un limitado pero
importante papel para los soportes electrónicos “tangibles” en el futuro,
quizás como depósitos de semi-archivo del material más antiguo que puede ser
guardado localmente. Buena parte del material que se digitalice encontrará
probablemente en los discos tangibles los vehículos de almacenamiento
adecuados.
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